3. LA REVELACIÓN, CAMINO DE DIOS AL HOMBRE.
I. Autocomunicación divina.
1. Entrega sin reservas.
2. Procedencia inmediata de Dios.
II. La Revelación como acción y palabra de Dios.
1. Revelación en la acción.
2. Revelación en la palabra.
III. Carácter personal de la Revelación.
1. El misterio de Dios Amor.
2. Actuación salvífica.
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I. Autocomunicación divina.
Si las cosas hubieran quedado donde las habíamos dejado en el capítulo anterior, todavía... Pero lo más asombroso es que ese Dios, infinito y eterno, inconmensurable y creador de lo que existe... ¡ha salido a nuestro encuentro!
Ha intervenido en la historia de los hombres, y no una sola vez, sino varias y a lo largo de los siglos... ¿A todos? No, sólo a personas determinadas, elegidas por Él. Unas veces a solas, otras en grupos... Pero con el encargo de que lo divulguen.
Y lo que ha dicho ha sido una revelación de quién es, y qué quiere para nosotros. Ésta es la Revelación sobrenatural, o simple y propiamente, Revelación.
1. Entrega sin reservas.
¿Qué le ha movido a hacerlo? El amor. Así se explica el Concilio Vaticano II: "El Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos".
Y, ¿qué ha revelado? Lo principal es la Revelación del Misterio de la Santísima Trinidad, porque Dios nos dice quién y cómo es Él. Dios es Amor, y vive en tres personas, en la comunión de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En un segundo escalón la Revelación abarca lo que nos es inaccesible por la sola razón, incluso a nivel natural, o nos aclara y ratifica en nuestros conocimientos naturales; pero siempre en orden a su plan de salvación. No nos ofrece nunca conocimientos "inútiles".
Y, ¿qué ha revelado? Lo principal es la Revelación del Misterio de la Santísima Trinidad, porque Dios nos dice quién y cómo es Él. Dios es Amor, y vive en tres personas, en la comunión de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En un segundo escalón la Revelación abarca lo que nos es inaccesible por la sola razón, incluso a nivel natural, o nos aclara y ratifica en nuestros conocimientos naturales; pero siempre en orden a su plan de salvación. No nos ofrece nunca conocimientos "inútiles".
2. Procedencia inmediata de Dios.
La Revelación sobrenatural tiene su origen inmediato en Dios mismo. Pero su palabra, su mensaje, puede manifestarse a la persona elegido de modos diversos, porque siempre utiliza "causas segundas". Pueden ser palabras audibles, luces interiores, signos, símbolos o prodigios, acontecimientos o personas, pero llena todas esas formas de un contenido nuevo.
La Revelación sobrenatural tiene su origen inmediato en Dios mismo. Pero su palabra, su mensaje, puede manifestarse a la persona elegido de modos diversos, porque siempre utiliza "causas segundas". Pueden ser palabras audibles, luces interiores, signos, símbolos o prodigios, acontecimientos o personas, pero llena todas esas formas de un contenido nuevo.
II. La Revelación como acción y palabra de Dios.
Dios se revela con una palabra a la que acompañan unos hechos, que se esclarecen mutuamente y unos dan fe de otros. Así podemos darnos cuenta que toda palabra divina actúa, y toda acción de Dios porta la palabra de Dios.
Dios se revela con una palabra a la que acompañan unos hechos, que se esclarecen mutuamente y unos dan fe de otros. Así podemos darnos cuenta que toda palabra divina actúa, y toda acción de Dios porta la palabra de Dios.
1. Revelación en la acción.
Cuando Dios actúa hace historia, historia sagrada que se entrelaza con la historia de los hombres. Por eso se puede localizar el actuar de Dios dentro de la historia de los hombres en fechas concretas.
Lógicamente, al entrar en la historia de los hombres constituye un factor más de ese hacerse de la historia de los hombres, la modifica.
Cuando Dios actúa hace historia, historia sagrada que se entrelaza con la historia de los hombres. Por eso se puede localizar el actuar de Dios dentro de la historia de los hombres en fechas concretas.
Lógicamente, al entrar en la historia de los hombres constituye un factor más de ese hacerse de la historia de los hombres, la modifica.
2. Revelación en la palabra.
Mediante una visión o una iluminación interior Dios ha comunicado mensajes a las personas elegidas por Él. Estos mensajes tienen un contenido de verdad, que en muchas ocasiones no agotan toda la verdad, sino que suelen ser revelaciones parciales, que se siguen de otras, formando una progresión de revelación. Y en cuanto progresión también dimensión histórica.
Podemos decir que Dios sigue una "pedagogía divina" a la hora de enseñarnos la verdad, de modo que los grados de revelación se adecuen a la capacidad de recibir la verdad transmitida.
Al mismo tiempo, la persona o personas que reciben la Revelación divina tienen un nuevo dato para interpretar la realidad en la que viven y tomar así las decisiones más convenientes que correspondan. Esto no es otra cosa que la "dimensión profética" de la Revelación.
Mediante una visión o una iluminación interior Dios ha comunicado mensajes a las personas elegidas por Él. Estos mensajes tienen un contenido de verdad, que en muchas ocasiones no agotan toda la verdad, sino que suelen ser revelaciones parciales, que se siguen de otras, formando una progresión de revelación. Y en cuanto progresión también dimensión histórica.
Podemos decir que Dios sigue una "pedagogía divina" a la hora de enseñarnos la verdad, de modo que los grados de revelación se adecuen a la capacidad de recibir la verdad transmitida.
Al mismo tiempo, la persona o personas que reciben la Revelación divina tienen un nuevo dato para interpretar la realidad en la que viven y tomar así las decisiones más convenientes que correspondan. Esto no es otra cosa que la "dimensión profética" de la Revelación.
III. Carácter personal de la Revelación.
Cuando Dios revela no lo hace de modo genérico sino a título personal. Dios revela algo a alguien. Y por eso mismo se entrega a sí mismo.
Cuando Dios revela no lo hace de modo genérico sino a título personal. Dios revela algo a alguien. Y por eso mismo se entrega a sí mismo.
1. El misterio de Dios Amor.
En el conjunto de la Revelación hecha por Dios encontramos a Dios mismo. Para conocerle hemos de seguir la historia de esa Revelación, que ocurrió una vez para siempre. Pero no es algo que pasó y ahí quedó, sino que también es algo actual: se dirige a cada persona de todos los tiempos.
En el conjunto de la Revelación hecha por Dios encontramos a Dios mismo. Para conocerle hemos de seguir la historia de esa Revelación, que ocurrió una vez para siempre. Pero no es algo que pasó y ahí quedó, sino que también es algo actual: se dirige a cada persona de todos los tiempos.
2. Actuación salvífica.
Dios, al dirigirse al hombre, le llama a su intimidad, para vivir en amistad con Él. Porque al reconocer la Revelación descubrimos nuestra propia dignidad: ¡somos capaces de Dios!
Por eso nos asegura el Vaticano II en la Gaudium et Spes, 19: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor".
Diremos entonces que la Revelación no es mera información, sino invitación a la participación en la propia vida divina. Y como esa vida divina nos resulta inasequible de suyo, la invitación trae consigo el poder de realizar su objetivo: la Revelación es a la vez espíritu y fuerza.
Por eso dirá San Pablo que el Evangelio es "poder de Dios". Pero no un poder que anule nuestra libertad. Es llamada a la entrega libre al Amor de Dios, es corresponder a la llamada a vivir en su compañía.
Esta comunión con Dios no es otra cosa que la "salvación". La Revelación es más que un mensaje, es llamada a intimidad con Dios. Está esencialmente unida a la salvación. Es el comienzo de la salvación: Dios se revela porque quiere salvarnos.
Y, a pesar de lo dicho, la salvación es aún más amplia que la Revelación: "Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna" (Lumen Gentium 16).
Y esto, ¿por qué es así? Porque quien salva es Dios y no el hombre a sí mismo. Dios es el salvador. Y de lo que nos salva es del pecado, auténtico mal del hombre, pues le destruye profundamente en su más alta capacidad, que es la de amar.
Dios, al dirigirse al hombre, le llama a su intimidad, para vivir en amistad con Él. Porque al reconocer la Revelación descubrimos nuestra propia dignidad: ¡somos capaces de Dios!
Por eso nos asegura el Vaticano II en la Gaudium et Spes, 19: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor".
Diremos entonces que la Revelación no es mera información, sino invitación a la participación en la propia vida divina. Y como esa vida divina nos resulta inasequible de suyo, la invitación trae consigo el poder de realizar su objetivo: la Revelación es a la vez espíritu y fuerza.
Por eso dirá San Pablo que el Evangelio es "poder de Dios". Pero no un poder que anule nuestra libertad. Es llamada a la entrega libre al Amor de Dios, es corresponder a la llamada a vivir en su compañía.
Esta comunión con Dios no es otra cosa que la "salvación". La Revelación es más que un mensaje, es llamada a intimidad con Dios. Está esencialmente unida a la salvación. Es el comienzo de la salvación: Dios se revela porque quiere salvarnos.
Y, a pesar de lo dicho, la salvación es aún más amplia que la Revelación: "Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna" (Lumen Gentium 16).
Y esto, ¿por qué es así? Porque quien salva es Dios y no el hombre a sí mismo. Dios es el salvador. Y de lo que nos salva es del pecado, auténtico mal del hombre, pues le destruye profundamente en su más alta capacidad, que es la de amar.
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