domingo, 6 de abril de 2014

6. LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN.

6. LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN

I. Los Apóstoles, eslabones entre Cristo y la Iglesia.
   1. La elección de los Doce.
   2. La misión de los Doce.

II. La Tradición apostólica.
   1. La predicación de los Doce.
   2. El depósito de la fe.

III. La sucesiva comprensión del depósito de la fe.
   1. Una tarea para toda la Iglesia.
   2. La función específica del Magisterio.

IV. El desafío de la inculturación.
   1. Respeto hacia las culturas.
   2. La trascendencia de la Revelación.

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I. Los Apóstoles, eslabones entre Cristo y la Iglesia.

La Revelación ha llegado a nosotros, no como un conjunto de papeles, sino por el testimonio de los testigos que vieron, oyeron, tocaron, al Hijo de Dios hecho hombre.

   1. La elección de los Doce.

Entre todos los que escucharon a Jesús, entre los que le siguieron, Él mismo escogió a unos testigos específicos y privilegiados.

A estos Doce les explicaba las cosas aparte, del confió los más altos misterios, y les encargó la misión de transmitir lo que habían visto y oído.

Es, por tanto, un testimonio especialmente autorizado.


(Aquí comienza una serie de capítulos que recorren la historia de la Iglesia. Sólo se ofrece el link al primer episodio. Y dentro de él, ahora nos interesa recordar la elección y misión de los Doce...
http://youtu.be/VHn2OgJz2rU)


   2. La misión de los Doce.

La tarea que el mismo Jesús les confía es la de comunicar la Buena Nueva a todos los pueblos.

Para esa tarea han de contar con la asistencia del mismo Jesucristo, que aunque muerto, resucitado y ya en los Cielos, les promete no abandonarlos: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20).

La misión apostólica es participación en la misión de Cristo. Por eso quien los recibe, recibe al mismo Cristo (Mt 10,40-41).

Entre ellos, Pedro tiene como misión particular la de confirmar a sus hermanos.

Además de la presencia de Cristo contaron con la asistencia del Espíritu Santo. Y así son columnas de la Iglesia. Son el eslabón esencial entre Cristo y la Iglesia que se desarrolla posteriormente. 

La Revelación cristiana implica la redención obrada por Cristo y comunicada por unos hombres elegidos que presenciaron los acontecimientos. 

II. La Tradición apostólica.

   1. La predicación de los Doce.

Los Apóstoles fueron fieles a su misión, y transmitieron lo que habían aprendido de Jesús y lo que el Espíritu Santo les enseñó. Su función de magisterio fue reconocida desde el principio.

Transmitieron la Revelación mediante la palabra, la predicación y el testimonio de su propia vida. Y así, "La Palabra del Señor se difundía por toda la región" (Hch 13,49).


Al cabo del tiempo su predicación quedó por escrito, y con la muerte del último Apóstol, San Juan, quedó cerrada la fase constitutiva de la Revelación.

El testimonio de los Doce constituye la norma de la fe para los cristianos y el criterio de cualquier ulterior desarrollo de ella, así como de interpretación del Antiguo Testamento, que no queda derogado, sino que ve en Cristo su cumplimiento, como nos explicaron los Apóstoles.

(Por Tradición hemos conservado muchas cosas que no quedaron escritas en ninguna escritura. Como un ejemplo de lo que decimos es la misma tumba de San Pedro... http://youtu.be/s8NmJX3Z91Y)


   2. El depósito de la fe.

La predicación de los Apóstoles, conteniendo toda la Revelación, sin que exista una Revelación posterior, adquiere el carácter de depósito: "depositum fidei". Es decir, algo que se entrega a alguien para que lo conserve y cuide.

Ahí está todo lo que necesitamos para seguir a Cristo. Está constituido por la transmisión oral de los Apóstoles (Tradición), así como lo que quedó por escrito de ella (Sagrada Escritura). Son dos cauces por los que fluye la única fuente de la Revelación.

La Sagrada Escritura ha sido escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y por eso tiene al mismo Dios como autor principal. La Iglesia ha explicado todos estos conceptos en una Constitución Apostólica, la Dei Verbum, escrita en el Concilio Vaticano II.

La Sagrada Escritura está compuesta por dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo. 46 libros componen el primero, y 27 el segundo. Forman una estrecha unidad, que tiene como eje a Jesucristo.

La Tradición comprende lo que los Apóstoles y sus sucesores han comunicado aparte de los libros del Nuevo Testamento, de modo oral o escrito, en la vida litúrgica o en disposiciones jurídicas. Es más amplia que la Escritura, y se constituyó primero. Es una realidad viva: crece y se desarrolla, no porque con el paso del tiempo se añadan novedades al depósito de la fe, sino porque se profundiza más en su contenido, con la asistencia del Espíritu Santo.
III. La sucesiva comprensión del depósito de la fe.

En Cristo Dios ya lo ha revelado todo. Pero nosotros aún no lo hemos entendido todo.

   1. Una tarea para toda la Iglesia.

El depósito de la fe es una realidad viva -por ser Palabra eficaz, y por estar depositado en una Iglesia viva.

El pueblo cristiano vive su fe animado de un "instinto" por el que diferencia las realidades que concuerdan con esa fe y las que no.

La fe se transmite a través de la entera vida de la Iglesia. Pero no cualquier manifestación concreta de esa vida, ni cualquier enseñanza que se encuentre en la Iglesia, pertenecen a la Tradición.

A quien toca discernir es al Magisterio de la Iglesia.

   2. La función específica del Magisterio.

Es guía del creer del Pueblo de Dios.

Esta función está íntimamente ligada al papel de los Apóstoles, y ellos lo transmiten a sus sucesores los obispos. Así, los sujetos del Magisterio de la Iglesia son los obispos en comunión con el sucesor de Pedro.

La fidelidad a la fe apostólica es una condición esencial para que la Iglesia de todos los tiempos sea la misma Iglesia de Cristo. El Magisterio, con la asistencia del Espíritu Santo, garantiza esta fidelidad, pues le compete interpretar auténticamente la Palabra de Dios, sea oral o escrita.

IV. El desafío de la inculturación.

"Hay que evangelizar -decía Pablo VI- no por fuera, como si se tratara de añadir un adorno o un color externo, sino por dentro, a partir del centro de la vida y hasta las raíces de la vida".

Y a este proceso llamamos inculturación.

   1. Respeto hacia las culturas.

La fe es compatible con toda cultura que sostenga verdaderos valores humanos, pues sabemos que todo lo positivo que encontremos en ellas proviene de la única Verdad.

Por eso, a la hora de evangelizar, los cristianos han buscado y buscan todo aquello que en las nuevas culturas pueda servir para entender el mensaje cristiano. Y exponen la doctrina de Jesucristo con respeto y sensibilidad hacia las tradiciones, historia, costumbres del pueblos nuevos con los que se encuentran.

   2. La trascendencia de la Revelación.

Pero no se trata de adaptar el Evangelio a la nueva cultura, sino de transmitir la verdad que salva. Por eso, y teniendo en cuenta la realidad humana dañada por el pecado original, siempre impondrá tal predicación una conversión de mentalidades y costumbres. Pero esto no es lesionar una determinada cultura, sino purificarla de todos aquellos elementos que van contra la dignidad del hombre.

Siempre se pondrá cuidado por no adulterar la verdad revelada, aunque esto exija, en ocasiones, enriquecer determinada cultura con conceptos que son los adecuados para hablar del ser de Dios.

No es cierto que la doctrina cristiana se expresó en épocas antiguas con categorías propias de la filosofía griega, y por tanto en la actualidad debería adaptar conceptos a la religiosidad, cultura y filosofías de África o de Asia.

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