domingo, 6 de abril de 2014

5. RAZONES PARA CREER.

5. RAZONES PARA CREER.


I. SIGNOS Y MILAGROS

1. Los signos en el Antiguo Testamento.
2. Los signos en el Nuevo Testamento.
3. La credibilidad según el Magisterio de la Iglesia.

II. JESUCRISTO, SIGNO PRIMORDIAL DE CREDIBILIDAD.
1. La narración de la historia de Jesús.
2. Testimonio del amor misericordioso.
3. El testimonio del Hijo.
4. La Resurrección, piedra angular del misterio de Cristo.

III. LA IGLESIA COMO RAZÓN PARA CREER EN CRISTO.
1. Cristo en la Iglesia.
2. La santidad de la Iglesia.
3. La contribución de los cristianos a la credibilidad eclesial.
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I. SIGNOS Y MILAGROS

La Revelación es una llamada al hombre invitándole a responder mediante la fe. Pero pertenece a la naturaleza de la fe el que no haya evidencia del "objeto" de la fe, así, en consecuencia, también es propio de la fe la libertad del acto de fe (sólo cree quien quiere). 

Pero el acto de la fe no se puede hacer en vacío. El entendimiento humano necesita algún "motivo de credibilidad", algo que le justifique que el acto de fe no es absurdo (contradictorio). Es el papel (necesario para el hombre) de los signos que acompañan a la Revelación.

Los signos permiten identificar que un mensaje proviene de Dios. La fe no destruye a la razón, la presupone; hay motivos que mueven a aceptar la Revelación. Los signos acompañan a la Revelación. Dentro de los signos, algunos son milagros porque son hechos extraordinarios que, de algún modo, escapan a las leyes naturales.

1. Los signos en el Antiguo Testamento.

Hay dos tipos de signos en el Antiguo Testamento: los grandes hechos salvíficos hechos por Dios y la palabra de los profetas.

Las obras dan a conocer que es Dios quien actúa (la columna de fuego, el paso del mar Rojo, la retención de curso del río Jordán...).

(¿Tenemos pruebas de lo que se nos cuenta en la Biblia?)


http://youtu.be/paO26FCvYt4

http://youtu.be/lGkfoP8ujj0
Los profetas son mensajeros de parte de Dios, que recuerdan el deber de fidelidad a la Alianza hecha con Dios demostrada con obras, y anuncian las promesas divinas que sucederían más tarde. Así orientaban la conducta de sus contemporáneos y conducían al pueblo a una fe más profunda y completa.

2. Los signos en el Nuevo Testamento.

Aquí el signo fundamental es Cristo mismo. De Él derivan los otros signos, que son consecuencia de su fuerza y poder y anuncian la llegada del Reino de Dios.

En parte los signos y milagros de Jesús cumplen las promesas hechas por los profetas: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio".

En parte los milagros de Jesús demuestran como en Él actúa la fuerza de Dios.

3. La credibilidad según el Magisterio de la Iglesia.

Recuerda que el signo fundamental de la Revelación es Jesucristo. Así:

El Concilio Vaticano I dice que Dios quiso dejarnos unos "argumentos externos de su Revelación, es decir, hechos divinos, y en primer lugar milagros (...) que al mostrar con toda claridad la omnipotencia e infinita sabiduría de Dios, son signos certísimos de la Revelación divina, acomodados a la inteligencia de todos" (Dei Filius, 3).

Y el Vaticano II habla del testimonio que dan los cristianos si están unidos a Jesucristo, signo fundamental, pues Él mismo, "con sus palabras y obras, signos y milagros (...) confirma con testimonio divino que Dios está siempre con nosotros" (Dei Verbum 4).

Con estos signos el hombre concreto puede encontrar a Cristo y descubrir en Él al Dios vivo que le invita a responder con la fe, auxiliado interiormente por el Espíritu Santo.



II. JESUCRISTO, SIGNO PRIMORDIAL DE CREDIBILIDAD.

El cristianismo es una persona, Jesucristo; y la comunión con Él. Por eso Cristo es el verdadero signo de credibilidad, y las razones para creer deben conducir desde Jesús  al Cristo. De ahí que diga Lewis que el "gran milagro" sea la Encarnación.

Por tanto nos cuestionamos qué podemos saber realmente de Jesucristo.

1. La narración de la historia de Jesús.

Jesús no es un mito, ni una idea atemporal, ni un personaje prototípico de la literatura (como el minotauro, Ulises, o Don Quijote). Es un personaje histórico, que vivió realmente al comienzo del primer siglo (7-4 a.C. - 30 d.C). De Él hablaron los testigos de su vida, de "lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de Vida" (1 Jn 1,1).

La fuente principal de conocimiento de esta persona son los escritos del Nuevo Testamento, más en particular los cuatro Evangelios.

(Conferencia de D. José Antonio Sayés sobre la figura de Jesucristo: http://youtu.be/2q9AFPhtZ6k).



Pero antes una aclaración: los Evangelios no son una biografía de Jesús, al estilo en el que entendemos en el siglo XXI una biografía. Son el conjunto de las predicaciones de los testigos de su vida y de su predicación. No son una biografía, como tampoco son unos libros de geografía, botánica, zoología, historia... aunque contienen datos ciertos de la vida de Jesús, de la geografía de Palestina, de las plantas y los animales de la época, o de los acontecimientos históricos del momento.

¿Son un testimonio fiable? ¿Podemos estar ciertos de que lo que relatan son las palabras de Jesús o sus hechos?

En el siglo XVIII se puso en duda la credibilidad de las fuentes. Esto hizo que se desarrollase enormemente el estudio crítico de los textos sagrados. Esto ha dado como consecuencia una mayor seguridad en que, efectivamente, relatan lo que realmente sucedió y por los testigos directos de los acontecimientos. Ha quedado de nuevo aclarado que los Evangelios transmiten el mensaje y los hechos de Jesús con fidelidad.

(Contamos con datos históricos y arqueológicos para conocer el contexto de los Evangelios... http://youtu.be/9pM1KvtIFaM)


http://youtu.be/dyOfb6OaEgc



El Concilio Vaticano II recoge y confirma los logros más importantes de la investigación sobre Jesucristo: "La Santa Madre Iglesia ha defendido siempre y en todas partes, con firmeza y máxima constancia, que los cuatro Evangelios mencionados, cuya historicidad afirma sin dudar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la eterna salvación de todos hasta el día de la Ascensión" (Dei Verbum 19).


(¿Podemos llegar a saber algo de Jesús y de su entorno? Los trabajos de arqueología no faltan... Los siguientes videos dirigidos por la BBC no son como para seguir al pie de la letra, pero son ilustrativos... Van recorriendo los relatos evangélicos y los sitúan en el espacio, y nos actualizan en los hallazgos encontrados en las tierras por las que anduvo Jesús...)








2. Testimonio del amor misericordioso.

¿Qué razones llevaron a los conciudadanos de Jesús a creer en Él?

El mensaje de Jesús enlaza con las promesas hechas en el Antiguo Testamento, y por eso, con las esperanzas del Pueblo Elegido. Se presenta como enviado por Dios para instaurar el Reino de Dios, pero corrige la visión de ese Reino como algo cuya finalidad es de este mundo.

Jesús vincula su mensaje a su Persona, y por eso habla en primera persona: "Yo os digo". Actúa con el poder de Dios.

A sus palabras acompañan los prodigios, lo que hace que la gente se entusiasme: "Éste es sin duda el profeta que iba a venir al mundo" (Jn 6,14).

Ofrece el perdón a los pecadores, atributo absolutamente divino. La gente puede comprobar su misericordia, y ante ese amor se abre el corazón. Este amor misericordioso es un motivo importante para creer, un motivo que actúa de manera particular, pues no está dirigido a la inteligencia, sino directamente al corazón y a la voluntad.

El amor de Jesús es quizá el motivo más decisivo para que una persona se abra a la fe.

3. El testimonio del Hijo.

Jesucristo se presentó como Hijo en sentido propio y verdadero: como igual a Dios. Y esto chocó tanto con la fe monoteísta del Pueblo de Israel, que le costó la Cruz.

Su relación única con el Padre se tradujo en su obediencia y fidelidad: buscó en todo momento cumplir la Voluntad del Padre.

Y esa Voluntad le lleva a la Cruz. Prueba grandiosa de la veracidad del testimonio de quien, por fidelidad a su palabra, sacrificó su vida.

4. La Resurrección, piedra angular del misterio de Cristo.

Pero con la muerte en la Cruz no acaba todo. Precisamente será el mejor fruto de la Cruz la Resurrección gloriosa de Cristo. Esta Resurrección ha sido desde el comienzo el fundamento de la fe y el contenido esencial de la predicación cristiana. Recordamos las palabras de San Pablo a los de Corinto: "Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho si es verdad que los muertos no resucitan" (1 Co 15,14-16).

En la predicación de los Apóstoles tienen un carácter central las apariciones de Jesús resucitado. No se refieren a sueños o ilusiones, o a sugestiones colectivas. San Pablo en los Hechos de los Apóstoles hace un pequeño elenco de esas apariciones: a Pedro, a los Doce, y a muchos otros, invocando el testimonio de estos mismos.

No han faltado nunca los que achacan la Resurrección de Jesús a inventos de la primitiva cristiandad. Juan Pablo II, resumiendo las investigaciones modernas, nos dice: "No hay huella de un proceso creativo de orden psicológico-sociológico-literario ni siquiera en la comunidad primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, porque vieron la Resurrección como un acontecimiento real del que pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo nuevamente vivo".

La Resurrección es un hecho real, al tiempo que un gran misterio. De él los Evangelios no relatan como fue, sino qué causó, que fue la fe de los discípulos. Y esto se apoya en dos hechos concretos: el sepulcro vacío y el ciclo de las apariciones.

El sepulcro vacío no es una prueba de la Resurrección, pero sí un motivo de credibilidad.

Pero la Resurrección tiene también para nosotros una significación. Significa la completa recomposición de la amistad con Dios, y por eso hace posible nuestra futura resurrección.

III. LA IGLESIA COMO RAZÓN PARA CREER EN CRISTO.

¿Dónde podemos encontrar lo que Cristo enseñó?

Los libros del Nuevo Testamento nos relatan que Jesucristo no sólo dejó unas ideas, o unos ejemplos, sino que dejó el mismo Espíritu divino, como un don de Dios, a los Apóstoles y lo envía en Pentecostés a toda la Iglesia.

Al Cristo real, la imagen verdadera de Cristo, sólo es posible encontrarle en la Iglesia. Y no como a un ser del pasado, sino como el que, habiendo vivido en este mundo en una época determinada, ha resucitado permanece entre nosotros para siempre.

No se trata de un añadido a la misión del Verbo y del Espíritu Santo, sino que es su "sacramento": lugar e instrumento de salvación. La gracia que nos ganó Cristo en la Cruz se nos comunica por la acción de la Iglesia.

1. Cristo en la Iglesia.

A la pregunta de dónde se encuentra a Cristo hoy, tiene como respuesta a la Iglesia. Pero esto no sería cierto si Cristo no hubiese querido fundar una Iglesia. 

Pero, si quiso fundar una, ¿dónde encontrarla entre tantas? ¿Sólo hay una verdadera?

El ser de la Iglesia remite originariamente a Cristo. La Iglesia resulta creíble porque hace presente a Cristo. Refleja la credibilidad del mismo Hijo de Dios, que vive en ella. En otras palabras, como Cristo es santo, la Iglesia es santa; y como Cristo nos dice la verdad, la Iglesia nos dice la verdad.

(El Padre Juan Rivas nos explica cómo distinguir la verdadera Iglesia que Cristo quiso fundar, de las que, a lo largo de la historia, se han ido desgajando el tronco de la Iglesia...
http://youtu.be/S8i1_VR3SM0)



2. La santidad de la Iglesia.

Esta cuestión se enmarca dentro de las notas que reúne la Iglesia que Cristo quiso fundar. Esas cuatro notas son: una, santa, católica y apostólica.

Allá donde se encuentren, se encuentra la Iglesia que Cristo quiso fundar, y descubrimos que esa Iglesia subsiste en la Iglesia Católica.

La Iglesia es una por doble motivo, porque es única, y porque permanece unida a Cristo Cabeza, y a su representante visible que es el Papa.

Es católica porque es universal. Universal por doble motivo. Porque es para todas las gentes de todos los tiempos, de todas las razas... Y porque custodia y defiende la verdad universal.

Es apostólica también por doble motivo. Porque su fundamento son los Apóstoles. Y porque su razón de ser es la labor apostólica que es el encargo recibo de Cristo en el momento de la Ascensión a los Cielos.

Finalmente nos detendremos en la santidad. También es santa por doble motivo: pues guarda y administra los medios de santificación que son los sacramentos, y es santa por los frutos de santidad, que son los santos.

Pero posiblemente, ninguna otra afirmación suscite hoy tanta incomprensión y crítica. Esto se debe a que a lo largo de la historia no han faltado defectos que han oscurecido el mensaje original del Señor.

Distinguimos entre santidad ontológica y moral. Esencialmente la Iglesia es santa porque es santo su Fundador, porque el Espíritu de Cristo actúa en ella y lleva a los hombres a Dios.

Y esta santidad ontológica se debería reflejar en su santidad moral de los miembros. pero no siempre es así. Si todos los miembros fuesen santos, no aumentaría la santidad ontológica de la Iglesia, pues esa no viene de los hombres sino de Dios. Tampoco sería menor esa santidad si todos los miembros estuviésemos en pecado. Osea, la santidad de la Iglesia no resulta de la suma de las santidades de los miembros.

Es santa, pero siempre necesitada de purificación, porque recibe en su seno a los pecadores. Es "Inmaculata ex maculatis".


http://youtu.be/tL2ROdyQl1s




3. La contribución de los cristianos a la credibilidad eclesial.

http://youtu.be/YTgea3u-HgI



Si no podemos disminuir la santidad de la Iglesia, sí que la podemos empañar. O al revés.

Esto debe ser una llamada a nuestra responsabilidad. No faltarán errores y pecados (Juan Pablo II pidió perdón al mundo por los pecados pasados y presentes de los cristianos, de un modo solemne con motivo del gran Jubileo del 2000).

Y al tiempo es muy bueno recordar los lados luminosos de nuestra historia: los grandes testigos de la fe, los mártires y confesores, las instituciones sociales y educativas, el servicio a los pobres, la contribución al reconocimiento de la dignidad de la persona y  de la libertad religiosa y, sobre todo, la vida santa de tantos que sabían y saben "hacer de su vida diaria un testimonio de fe, de esperanza y de caridad; testimonio sencillo, normal, sin necesidad de manifestaciones aparatosas, poniendo de relieve -con la coherencia de su vida- la constante presencia de la Iglesia en el mundo" (J.Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 53).

http://youtu.be/2LoooPecvzw

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