7. LA FE CRISTIANA - ENCUENTRO DEL HOMBRE CON DIOS.
I. La fe y la inteligencia.
1. El «creer», en la vida cotidiana.
2. Creer en Dios.
II. La libertad de la fe.
1. La importancia de la voluntad.
2. Un saber particularmente personal.
III. Un don de Dios.
1. La «Revelación interior».
2. Entrar en comunión con Dios.
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I. La fe y la inteligencia.
Dios al revelar, invita a responder. La fe es la respuesta a la revelación de Dios.
Ahora se ve lo que significa "creo".
1. El «creer», en la vida cotidiana.
El conocimiento de las cosas nos llega por dos vías. Una es la de la evidencia, fruto del conocimiento directo de las cosas (sea por demostración, intuición o experimentación). La otra vía es la de la confianza en lo que me transmite un testigo. En este caso la clave del conocimiento es la fiabilidad del testigo, y la credibilidad del mensaje.
El mensaje recibido por un testigo fiable genera en nosotros un conocimiento que puede tener distintos grados de adhesión: opinión, aceptación, suposición, probabilidad... El más alto grado de adhesión es la fe, pues admitimos el mensaje con certeza pues la confianza en el testigo es plena.
La certeza nos lleva a la convicción. No estamos dispuestos a poner en tela de juicio lo que sabemos con certeza, nuestras convicciones.
2. Creer en Dios.
Cuando se trata de conocimientos sobrenaturales, no tenemos la vía de la evidencia para llegar a ellos (sólo después de esta vida, en el cielo, veremos a Dios cara a cara). Nos queda la vía de la fe, de conocer por el testimonio de otros.
La materia de fe, aquellas cosas que creemos, está constituida por los misterios divinos que nos han sido comunicados a través de la Revelación. Es una verdad que nos llega en nuestro lenguaje humano, y no contradice los conocimientos humanos que podamos alcanzar. Por eso es fidedigna.
El testimonio nos lo da Jesucristo en persona, el único que "ha visto" a Dios. Y este testimonio nos llega por una cadena ininterrumpida que llega hasta Él mismo.
La certeza de la fe sobrenatural se funda sobre la autoridad de Dios mismo -que no puede ni engañarse ni engañarnos. Pero esa autoridad no es evidente, primero tengo que creer en la persona de Jesucristo. Esto es como un círculo vicioso, y por eso se dice que "la fe cree ante todo su propio fundamento".
Aquí se manifiesta que el acto de fe, aunque sea razonable, en última instancia es lo que Newman llama un "«rendirse» de la razón". Tiene un carácter radical; llega hasta lo más profundo del hombre y exige todas sus fuerzas.
Cuando se trata de conocimientos sobrenaturales, no tenemos la vía de la evidencia para llegar a ellos (sólo después de esta vida, en el cielo, veremos a Dios cara a cara). Nos queda la vía de la fe, de conocer por el testimonio de otros.
La materia de fe, aquellas cosas que creemos, está constituida por los misterios divinos que nos han sido comunicados a través de la Revelación. Es una verdad que nos llega en nuestro lenguaje humano, y no contradice los conocimientos humanos que podamos alcanzar. Por eso es fidedigna.
El testimonio nos lo da Jesucristo en persona, el único que "ha visto" a Dios. Y este testimonio nos llega por una cadena ininterrumpida que llega hasta Él mismo.
La certeza de la fe sobrenatural se funda sobre la autoridad de Dios mismo -que no puede ni engañarse ni engañarnos. Pero esa autoridad no es evidente, primero tengo que creer en la persona de Jesucristo. Esto es como un círculo vicioso, y por eso se dice que "la fe cree ante todo su propio fundamento".
Aquí se manifiesta que el acto de fe, aunque sea razonable, en última instancia es lo que Newman llama un "«rendirse» de la razón". Tiene un carácter radical; llega hasta lo más profundo del hombre y exige todas sus fuerzas.
II. La libertad de la fe.
Tratándose de la fe en Dios, que es el principio y fin de todas las cosas, también de nosotros, la fe va a ir ligada al sentido de nuestra vida: por eso el conocimiento de Dios no se alcanza sólo con la razón, sino con el corazón.
Tratándose de la fe en Dios, que es el principio y fin de todas las cosas, también de nosotros, la fe va a ir ligada al sentido de nuestra vida: por eso el conocimiento de Dios no se alcanza sólo con la razón, sino con el corazón.
1. La importancia de la voluntad.
En los actos del hombre intervienen la inteligencia y la voluntad. También es el caso de la fe. Como la inteligencia no llega por evidencia al contenido de la fe, para que admita una verdad hará falta que sea imperada por la voluntad.
Así nos damos cuenta de que la fe es fruto de nuestra libertad: creo porque quiero, y el que no quiere, no cree.
¿Qué mueve a la voluntad a querer? Aquí hemos de considerar la acción de ayuda de la gracia.
En los actos del hombre intervienen la inteligencia y la voluntad. También es el caso de la fe. Como la inteligencia no llega por evidencia al contenido de la fe, para que admita una verdad hará falta que sea imperada por la voluntad.
Así nos damos cuenta de que la fe es fruto de nuestra libertad: creo porque quiero, y el que no quiere, no cree.
¿Qué mueve a la voluntad a querer? Aquí hemos de considerar la acción de ayuda de la gracia.
2. Un saber particularmente personal.
Con esto queremos decir que creemos porque aquella verdad la dice Cristo.
Se cree algo porque lo dice alguien. Esta dimensión personal hace que el acto de fe sea siempre misterioso, también en el terreno humano: creo porque quiero, y quiero porque amo.
Con esto queremos decir que creemos porque aquella verdad la dice Cristo.
Se cree algo porque lo dice alguien. Esta dimensión personal hace que el acto de fe sea siempre misterioso, también en el terreno humano: creo porque quiero, y quiero porque amo.
III. Un don de Dios.
Por todo lo anterior podemos, y debemos, afirmar que la fe es un don de Dios. Es una gracia que Dios no niega a quien humildemente la pide.
Por todo lo anterior podemos, y debemos, afirmar que la fe es un don de Dios. Es una gracia que Dios no niega a quien humildemente la pide.
1. La «Revelación interior».
Lo que mueve a aceptar las palabras que recibimos en la predicación es un don de Dios.
Según el Nuevo Testamento, hay una acción interior de Dios en el corazón de los que están en camino hacia la fe. Esta acción inclina y atrae a los hombres hacia lo que escuchan por la predicación exterior.
Diremos que es una iluminación interior, mediante la que el conocimiento se pone en condiciones de percibir algo que excede a sus fuerzas.
Dios "toca" el corazón del hombre, y en ese momento el hombre recibe la gracia de la fe.
Por tanto en el acto de fe hay un "juego" entre la invitación de Dios (Dios siempre tiene la iniciativa, es el que ama primero), y la decisión del hombre. Pero recalcamos que "Dios invita", no obliga. El hombre no deja de ser libre en todo momento, aunque Dios le de su gracia para creer. Y explicar esta ayuda, esta gracia, que respeta nuestra libertad es un misterio.
Como los dones de Dios son irreversibles, una vez que concede la gracia de la fe, ya no la retira nunca. ¿Cómo es posible que algunos bautizados afirmen al pasar el tiempo que no tienen fe? Efectivamente la han podido perder. Pero si la han perdido no es porque haya faltado ayuda de Dios, sino porque ellos han fallado. Si la han perdido es por culpa suya.
Lo que mueve a aceptar las palabras que recibimos en la predicación es un don de Dios.
Según el Nuevo Testamento, hay una acción interior de Dios en el corazón de los que están en camino hacia la fe. Esta acción inclina y atrae a los hombres hacia lo que escuchan por la predicación exterior.
Diremos que es una iluminación interior, mediante la que el conocimiento se pone en condiciones de percibir algo que excede a sus fuerzas.
Dios "toca" el corazón del hombre, y en ese momento el hombre recibe la gracia de la fe.
Por tanto en el acto de fe hay un "juego" entre la invitación de Dios (Dios siempre tiene la iniciativa, es el que ama primero), y la decisión del hombre. Pero recalcamos que "Dios invita", no obliga. El hombre no deja de ser libre en todo momento, aunque Dios le de su gracia para creer. Y explicar esta ayuda, esta gracia, que respeta nuestra libertad es un misterio.
Como los dones de Dios son irreversibles, una vez que concede la gracia de la fe, ya no la retira nunca. ¿Cómo es posible que algunos bautizados afirmen al pasar el tiempo que no tienen fe? Efectivamente la han podido perder. Pero si la han perdido no es porque haya faltado ayuda de Dios, sino porque ellos han fallado. Si la han perdido es por culpa suya.
2. Entrar en comunión con Dios.
Al analizar el acto de fe, San Agustín distinguía tres elementos: el asentimiento del entendimiento (creo que Dios existe y se ha revelado a nosotros), el asentimiento de la voluntad (creo a Dios, me fío de Él) y la ayuda divina que hace posible el abandono completo (creo en Dios).
Aquí vemos que la fe no es solo el admitir unas ideas, unos contenidos y cumplir unos mandamientos. Cristo llama a ser suyos, a confiar en Él y contar con Él, a basar la existencia y encontrar apoyo y estabilidad en Él...
Por eso Cristo es el centro de la vida cristiana, es el centro de nuestra fe.
Este núcleo se manifiesta hasta en el mismo nombre de Jesucristo: Jesús ("Yahvé es salvación") Cristo (Mesías en griego). O sea, originariamente era una confesión de fe: Jesús es el Cristo, el Mesías enviado por Dios.
Como la fe invita a una vida nueva, la vida de los hijos de Dios, con ella empieza la salvación.
http://www.youtube.com/watch?v=I9Ds05sTLBs&feature=share&list=PLA658820659928802&index=5
Al analizar el acto de fe, San Agustín distinguía tres elementos: el asentimiento del entendimiento (creo que Dios existe y se ha revelado a nosotros), el asentimiento de la voluntad (creo a Dios, me fío de Él) y la ayuda divina que hace posible el abandono completo (creo en Dios).
Aquí vemos que la fe no es solo el admitir unas ideas, unos contenidos y cumplir unos mandamientos. Cristo llama a ser suyos, a confiar en Él y contar con Él, a basar la existencia y encontrar apoyo y estabilidad en Él...
Por eso Cristo es el centro de la vida cristiana, es el centro de nuestra fe.
Este núcleo se manifiesta hasta en el mismo nombre de Jesucristo: Jesús ("Yahvé es salvación") Cristo (Mesías en griego). O sea, originariamente era una confesión de fe: Jesús es el Cristo, el Mesías enviado por Dios.
Como la fe invita a una vida nueva, la vida de los hijos de Dios, con ella empieza la salvación.
http://www.youtube.com/watch?v=I9Ds05sTLBs&feature=share&list=PLA658820659928802&index=5
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